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Despertad al diplodocus. Una conspiración educativa para transformar la escuela y todo lo demás

Authors

Aída Valero

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Marina, J. A. (2016).
Despertad al diplodocus.
Una conspiración educativa para
transformar la escuela y todo lo demás.
Barcelona: Ariel. 219 pp.

Resumen

¿Podríamos mejorar el sistema educativo español en poco tiempo? Esta es la pregunta a la que José Antonio Marina trata de responder a lo largo de las páginas de este libro, en el que se compara el sistema educativo español con un gran diplodocus que está dormido y al que urge despertar. Para ello, es necesario hacer algo que solo es posible si conspiramos juntos, todos y cada uno de los ciudadanos de este país y no solo aquellos que nos dedicamos a la educación. ,

Es una llamada a la acción, a la movilización educativa, a unirnos para ir en una misma dirección en una época turbulenta en la que el aprendizaje tiene más importancia que nunca. Son 219 páginas de alegato a favor de la mejora de la educación de nuestro país, a emprender un cambio educativo a cinco años vista, perfectamente fundamentado a lo largo del primer capítulo. Un cambio que concibe un «experto en aprendizaje» como la profesión del futuro dentro de la aparición de una nueva ciencia «de la evolución cultural y el progreso pedagógico», que actuará como guía en el aprendizaje de la sociedad y la hará consciente de que tiene que seguir aprendiendo. La movilización educativa ya ha empezado; cada vez son más las iniciativas transformadoras de la realidad educativa, y está en nuestras manos aprovechar esta oportunidad de la mano de los profesionales de la educación; plantear un proceso de reflexión compartida, debatida, e instaurar sus acciones a todos los niveles, pues de lo contrario acabarán encargándose otros a los que no les corresponde esa tarea. ,

A lo largo de sus páginas se muestra una gran recopilación de «recuadros de bibliografía vivida», llenos de experiencias educativas innovadoras, basadas en evidencias científicas, que ya se están llevando a cabo en las escuelas de todo el mundo. ,

Si bien Marina se define como un «megalómano educativo» que reconoce su incapacidad para hacer su sueño realidad, sabe que la única manera de producir un fenómeno es aumentando las probabilidades de que ocurra. Es por eso que dedica los capítulos tres al siete a cada uno de los agentes del cambio que considera claves. ,

El primer capítulo aborda la complejidad de emprender un cambio educativo, así como de quién o quiénes deben gestionarlo. Se hace referencia a dos conceptos importantes: por un lado, al hecho de que un sistema está formado por distintos elementos y que cada uno de ellos tiene una influencia en el todo; y, por otro, que antes de nada hacen falta tres elementos para que se produzca un cambio: creer que es necesario, querer hacerlo y saber hacerlo. Por tanto, antes que dar soluciones, Marina trata de despertar fuerzas que impulsen dichas soluciones. ,

Pero la motivación no sirve de nada si no existen unas metas claras hacia las que dirigirse. Por ello, Marina propone cinco objetivos que podrían ser una guía coherente, realista e inspiradora para aquellos que quieran sumarse al cambio. En primer lugar, reducir el abandono escolar al 10% frente al actual 21,9%, subir 35 puntos en la clasificación PISA equiparándonos a países como Finlandia, aumentar el número de alumnos excelentes y acortar la distancia entre los mejores y los peores, favorecer que todos los estudiantes puedan alcanzar su máximo desarrollo personal con independencia de su situación económica y, por último, fomentar la adquisición de habilidades del siglo xxi, tales como la inteligencia emocional. ,

En el capítulo segundo se propone un modelo de inteligencia para un cambio pedagógico, que no nazca de los aficionados sino de los expertos en la materia. En nuestra historia reciente la educación ha intentado ser trasformada a través de leyes de dudoso rigor, penoso acuerdo y poca utilidad para el siglo xxi. Frente a esta problemática debería surgir la anteriormente citada ciencia de la evolución cultural, que demuestre su capacidad para que la escuela alcance sus objetivos económicos, culturales, sociales y personales, aprovechando todos los descubrimientos científicos e integrándolos en nuestra cultura. Pero lejos de dar recetas, lo que más va a definir esta ciencia es su capacidad para enseñar a sus ciudadanos a gestionar su inteligencia y capacidades, para que puedan aprender y resolver problemas a lo largo de toda su vida. ,

A partir del tercer capítulo comienzan los agentes del cambio; el primero de ellos, la Escuela. Del valor que le demos a la educación dependerá la formación que recibirán los futuros maestros, y de los docentes que tengamos dependerá en su mayor parte el éxito del sistema educativo. En España, el magisterio no es una profesión de élite, como ocurre con la Medicina o las Ingenierías, y nuestro objetivo debería ser que lo fuese, al igual que sucede en los países que tienen los mejores sistemas educativos del mundo. En consecuencia, la relación entre la Escuela y la Universidad es inexorable. ,

Cada equipo directivo debe actuar como un verdadero equipo, de manera inteligente, otra vez en la misma dirección. Todos y cada uno de sus profesionales deben sentir que forman parte de un equipo que se ha constituido para un fin que está por encima de ellos mismos: facilitar el desarrollo integral de las nuevas generaciones. Definitivamente, deben convertirse en organizaciones que aprenden, y deben ser verdaderos aliados en favor de los alumnos, los cuales también tienen algo que decir en la transformación de los centros. No se pueden hacer cambios silenciando a sus verdaderos protagonistas. ,

El capítulo cuarto añade un aliado más, la Familia, «el segundo primer motor del cambio». Escuela y casa han de estar unidos, compartiendo una pedagogía que favorezca su cooperación, ayudándose mutuamente. Marina concibe la familia como un microsistema dentro del gran sistema en el que el niño se desarrolla física, afectiva, lingüística y cognitivamente, por lo que sin la implicación familiar lo que se haga en la escuela probablemente fracasará. Quizás, si nos planteamos que la mejora de la formación del docente es necesaria para el éxito educativo, deberíamos hacer lo mismo con el resto de agentes, y, si no es posible, la escuela debería compensar las carencias familiares. ,

Tanto profesores como padres y estudiantes viven en un entorno determinado, en un lugar que tiene asimismo influencia en todos y cada uno de ellos, y que por eso precisamente forman parte del sistema educativo. Hablamos de las Ciudades o el tercer motor del cambio, del que se relatan sus implicaciones en el quinto capítulo. La ciudad, dice Marina, es un magnífico ejemplo de inteligencia compartida, de equipo, y su éxito se debe a que favorece la felicidad de los que allí habitan. Si las ciudades contribuyen al bienestar intelectual, emocional, cultural y económico de sus ciudadanos, no es posible separar los objetivos de la escuela de los de la ciudad, sintiéndose ambas corresponsables del cambio y movilizando a toda la ciudadanía para alcanzarlos. ,

El sexto capítulo está dedicado a la Empresa o el cuarto motor del cambio, como organizaciones que aprenden, susceptibles de extrapolar su capacidad para impulsar el talento e invertir en él, para orientarse a resultados, definir su visión, misión y cultura, así como para trabajar en equipo, algo a lo que los responsables del sistema educativo no están acostumbrados. Además, si las escuelas son los lugares de los niños y las empresas los de los adultos, la transición del uno al otro será menos chocante. ,

Finalmente, el séptimo y último capítulo se refiere al último eslabón del sistema y motor del cambio, el Estado. Saber muy bien qué función es la que le corresponde al Estado y cuál al gobierno en la gestión del sistema educativo español vendría a solucionar la mayoría de los fracasos legislativos que caracterizan los últimos años. Un pacto de Estado sobre educación podría suponer el acuerdo que tanto tiempo llevamos esperando, si bien es necesaria una buena gestión de las nuevas medidas por parte de los agentes anteriores. El Estado debe promocionar la educación, financiarla, gestionarla y conseguir una verdadera sociedad del aprendizaje. La opinión de los expertos en dichas medidas, así como un aumento de la financiación hasta que llegue a suponer un 5% del PIB, serían dos elementos claves que contribuirían a la calidad del sistema educativo. ,

En conclusión, y así acaba el libro, los grandes cambios se producen por la sinergia de pequeños cambios que, aunque no muy visibles a gran escala, proliferan cada vez más en las aulas españolas. Un profesor puede cambiar un aula, pero muchos pueden transformar el sistema. Esta obra es una brillante propuesta para hacerlo con el nuestro (eso sí, si conspiramos juntos).
Aída Valero

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