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Fortalecer la profesión docente. Un desafío crucial

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López Rupérez, F. (2014).
Fortalecer la profesión docente. Un desafío crucial.

(Madrid, Narcea S.A. de Ediciones). 160 pp.

Resumen

Cualquiera que sea el color político de quien, en el futuro más inmediato, tenga que desarrollar la política educativa que el país necesita —quizá política de emergencia— no podrá desviarse demasiado de la propuesta que Francisco López Rupérez articula y justifica minuciosamente en este estudio.

Y no sorprenderá esta afirmación inicial, cuando se haya concluido la lectura de este insólito libro. Insólito, porque, a pesar de tratarse de un ensayo sobre educación, no contiene ni una sola afirmación ociosa, convencional, previsible o políticamente correcta (entiéndase lo dicho como una suave ironía) y porque todo lo que afirma está dotado de una coherencia argumentativa y probatoria inapelable e infrecuente.

Nos encontramos ante el feliz precipitado de una dilatada experiencia personal y profesional, que ha conocido todo el universo de la educación española, desde las trincheras de las aulas de secundaria, hasta las salas de estrategias del Estado Mayor de la política educativa. Una experiencia que incluye, por supuesto, la docencia, y también la dirección de centros, la investigación, el desempeño de cargos de alto nivel en la administración educativa, la representación institucional ante organismos internacionales, la presidencia de órganos de representación educativa y el estudio de la literatura científico-educativa.

que late la serena pasión por el servicio público y la responsabilidad cívica de quién, humildemente, se sabe portador de las claves para hacer frente con eficacia a los retos perentorios que el contexto social plantea al sistema educativo, y no quiere eludir las exigencias de esa responsabilidad.

Porque, en efecto, el autor vuelca, en párrafos sencillos y suficientes, es decir elegantes, todo lo que ha aprendido de su dilatada experiencia de gestión en la administración educativa, de su familiaridad con las investigaciones internacionales más acreditadas, de la frecuentación de los organismos internacionales que se ocupan de la educación y de su conocimiento de la dura realidad de las aulas; y lo hace para responder resueltamente a la histórica pregunta de tradición revolucionaria de ¿qué hacer? Ni más ni menos.

El texto trata de responder, en efecto, a la pregunta de qué hacer para decidir y aplicar un tratamiento eficaz que ataje la enfermedad crónica que afecta a nuestro sistema educativo, comprometiendo el avance de la sociedad española hacia un horizonte de avance económico, cultural y moral al estar llamada junto con los países más avanzados. Y la respuesta que nos ofrece el texto no es una receta genérica de mejora de tal o cual aspecto de un sistema educativo que, no obstante sus deficiencias, podría continuar cumpliendo, mal que bien, su función social básica; sino que el autor se adelanta a dar una respuesta que juzga, humilde pero inapelablemente, como la solución inaplazable e ineludible.

Esta audaz pretensión se articula en una secuencia ascendente de capítulos, en virtud de la cual, cada capítulo abre paso y apoya al siguiente con argumentos y evidencias contundentes, hasta construir en los capítulos finales con dicha apoyatura, una propuesta concreta y completa para la segura redención del sistema educativo español; una propuesta que no elude la consideración de todos los obstáculos que se opondrán a su desarrollo.

El texto es, como se ha dicho, sencillo y suficiente; y lo que sorprende, sin embargo, es que, al mismo tiempo, se trata de un texto exhaustivo y conceptualmente denso; así como la pertinencia, a pesar de la referida exhaustividad, de todas y cada una de las afirmaciones, de manera que sirvan al propósito del autor.

Y, para que no haya dudas respecto a sus designios, desde la Introducción López Rupérez ya los anuncia y los enuncia, indicando las condiciones de una política educativa efectiva, y concluyendo que estas condiciones se cumplen en las políticas centradas en el profesorado o, por mejor decir, y como el autor precisa, en las políticas «que comportan el fortalecimiento de la función docente». Porque lo que se afirma en el resto del libro, es decir, en sus ocho capítulos, se dirige a construir el modelo de dicha política, que se nos muestra acabado y minucioso en los tres capítulos finales; llegando esta minuciosidad hasta incluir en el último capítulo una previsión de las dificultades de su desarrollo, y un elenco de sabias recomendaciones para superarlas.

En efecto, en el capítulo 1 se justifica la urgencia de regenerar y readaptar, con políticas de emergencia, el sistema educativo español; y en el capítulo 2 se desarrollan las condiciones de eficacia y validez de las políticas educativas; de manera que, discriminando cuáles son las prioridades que aquellas deben abordar, en un contexto de urgencia y de recursos limitados que obligan a los gestores de las políticas a acertar desde el principio, se concluye que son las políticas dirigidas a fortalecer profesionalmente a los docentes las que garantizan el acierto.

A este respecto, es significativa y alarmante la advertencia del autor indicándonos que en tan sólo diez años, entre la tercera y la cuarta parte de los profesores actuales se jubilará, y con ello se habrá perdido un enorme «caudal de conocimiento experto». Esos docentes experimentados deberán ser sustituidos por un profesorado joven y, si no acertamos en su selección, en su formación y en su entrenamiento, comprometeríamos el futuro de nuestro sistema educativo de manera quizá irreversible. Y así, «dado que estamos ante uno de esos pocos factores vitales, ante una variable crítica de la calidad del sistema educativo, los efectos de un error grueso en este proceso inexorable de renovación del cuerpo docente no podrán ser compensados incrementando el acierto en otro tipo de políticas, tal y como nos advierten los razonamientos derivados del principio de Pareto».

En efecto, para detectar con precisión las prioridades a las que las políticas habrían de dirigirse, el autor se había apoyado en el principio de Pareto y en su adaptación por J. Juran, para abocarse a localizar el 20% de las causas que explicarían el 80% de los efectos deseables de mejora de los resultados de los alumnos; y las habría encontrado en las investigaciones de John Hattie, que concluían taxativamente que «la calidad del profesorado es, con diferencia, el factor vital, la variable crítica por excelencia a la hora de obtener buenos resultados escolares o de mejorarlos».

Pero si al inminente relevo generacional del profesorado se añade, como indica el autor siguiendo a la OCDE y a la Comisión Europea, que el profesorado que se necesita deberá estar dotado de excepcionales competencias profesionales con las que pueda atender las nuevas y variadas demandas educativas derivadas del cambiante contexto social y productivo, se tendrá un cuadro completo de una situación que interpela perentoriamente a los políticos y a los administradores de la educación.

Por todo lo cual no es de extrañar que, por debajo de su estilo discreto y objetivo, pueda apreciarse en el subsuelo del texto la percepción del autor de que nos encontramos en un momento de emergencia, que le habría compelido a actuar, pronunciándose rotundamente con este trabajo.

En cuanto al tratamiento que otorgan las agendas de los organismos internacionales a la propuesta del autor de centrar las políticas educativas en el fortalecimiento de la profesión docente, y en lo que respecta a los resultados de las investigaciones sobre la pertinencia de dichas políticas al respecto —cuestiones que se aborda con algún detalle en el capítulo 3— bastaría con decir que los datos que se aportan son abrumadores a favor de implementar prio ritariamente estas políticas. Pero lo que, sin embargo, sorprende más vivamente es la coincidencia de las conclusiones de las investigaciones (McKinsey, TALIS-PISA, SABER, ET 2020) y las recomendaciones de dichos organismos (OCDE, UE, UNESCO, Banco Mundial, OEI) respecto a las líneas maestras de las políticas centradas en el fortalecimiento de la profesión docente.

Una conclusión decisiva que se obtiene del análisis de las aportaciones e investigaciones más fiables es que la mejor opción de reclutamiento del profesorado sería la que prevé la selección de los candidatos a docentes antes de que comience su capacitación, e igualmente la opción que establece cupos para dicha capacitación, según la demanda de docentes del sistema educativo. Porque, como señala el texto en una de sus sobrias, pero demoledoras denuncias, en España se forman muchos más docentes de los que el sistema educativo precisa; y así se indica que «el ritmo actual, por año, de graduación de maestros en España, es del orden del triple de las necesidades de reposición que, en promedio, se le plantearán al sistema cada año a lo largo de la próxima década, como consecuencia de las jubilaciones ordinarias». El autor no duda en calificar este hecho de fraude de las expectativas de los jóvenes estudiantes que optaron por la profesión de maestro, además de observar que constituye una fuente de ineficiencia en la gestión económica del sistema.

¿Y que se estaría haciendo al respecto en España? El texto nos informa de que, pasados ocho años desde que la OCDE viene recomendando desarrollar políticas centradas en el profesorado, en España no se ha puesto en marcha ninguna reforma o iniciativa en este ámbito. Se comprende una vez más que la sensación de emergencia no deje de estar presente a lo largo de todo este estudio.

Pero quizá la aportación más decisiva de este trabajo se presenta en el capítulo 4. Se trata de la asunción de los rasgos característicos de una «profesión robusta», tal como son descritos por el Consejo Australiano de las Profesiones. En el capítulo 6, con la propuesta del «MIR educativo», el autor aplica dichos rasgos al diseño del modelo de profesión docente que debe ser propiciado prioritariamente por las políticas educativas, y que toma como referente al modelo profesional que se ha configurado por el exitoso «MIR sanitario»; modelo al que, según el autor, podría atribuírsele el que España ocupe el tercer lugar por la bondad de su sistema sanitario (en el ranking que estableció sobre 32 países un estudio comparativo desarrollado por prestigiosos economistas y científicos, y que fue publicado por la revista Newsweek el 28 de agosto de 2010), mientras que Finlandia ocupa el lugar décimo séptimo. La conveniencia de transponer la estructura del «MIR sanitario» a la selección y formación de los docentes se justificaría porque, en el mismo estudio, Finlandia ocupa el primer puesto en cuanto a la eficacia de su sistema educativo, mientras que España se sitúa… ¡en la posición trigésimo segunda! Vale la pena enumerar los rasgos característicos de una profesión robusta que López Rupérez describe pormenorizadamente en el referido capítulo 4, porque estos rasgos son los que, como el autor indi ca en el análisis que realiza en capítulo 5, faltarían a la profesión docente tal como ahora está diseñada y se ejerce. Así una profesión robusta: — Está constituida por un grupo disciplinado.

— Piensa en el interés común.

— Cuenta con un digo deontológico.

— Y cuenta también con un cuerpo organizado de conocimientos y competencias.

— Posee un cuerpo de conocimientos y competencias basado en la investigación, la formación y el entrenamiento a alto nivel.

— Dispone de un cuerpo de conocimientos y competencias preparado para ser aplicado.

Pero si los requerimientos de los organismos internacionales y de los estudios académicos en orden a la conveniencia de centrar las políticas educativas en el profesorado son abrumadores, (capítulo 3), y si el desarrollo del concepto de profesión robusta (capítulo 4) es inapelable en sus apoyaturas y argumentos; la descripción de los rasgos característicos de la profesión docente en España, que realiza el autor contrastándolos con los de una profesión robusta (capítulo 5) es una descripción exacta y demoledora. Exacta, porque tal descripción es producto de una amplia experiencia, conceptualizada y sistematizada, de la realidad administrativa y existencial de la profesión docente; y demoledora, porque ese conocimiento experto dota al bisturí del analista de una insobornable y contenida sinceridad, que no oculta la radical debilidad de la profesión docente en España y el inaudito arcaísmo y ceguera con los que las administraciones gestionan el factor más decisivo del sistema educativo.

Porque quizás sea la carencia de un conocimiento específico y de un conjunto de competencias debidamente organizado el epítome carencial que mejor da cuenta de la esencial debilidad de la docencia como profesión. En efecto, el autor considera que, siendo grave —por diversas razones, con frecuencia ajenas a la voluntad de los académicos— la ausencia de un verdadero saber científico sobre educación, lo verdaderamente grave e intolerable es que, habiéndose consolidado una serie de teorías inspiradas en las ciencias sociales y en escuelas de pensamiento intentaran, durante algunas décadas, desplazar un conocimiento, por su origen, genuinamente profesional, aunque poco formalizado y escasamente compartido, de profesores y maestros que, sin embargo, resultaba efectivo en el contexto del aula; es decir, funcionaba en la práctica, aunque no se dispusiera de ningún marco teórico detallado que lo explicara y lo fundamentara ». Y así, el divorcio entre el mundo académico de la educación y la praxis educativa, sigue siendo la característica distintiva en España del precario cuerpo de conocimiento específico docente, y ello es más lamentable cuando sabemos que, como indica el autor, «frente al carácter reduccionista y prescriptivo de los enfoques ideológicos de la enseñanza, el conjunto de competencias propias de una profesión se caracteriza por su dimensión pragmática». Además, todo ello acontece cuando, por parte de la Academia y de las organizaciones internacionales, se estaría revalorizando el papel de la aproximación empírica a la realidad educativa, y el de las reglas racionales vinculadas a dicha aproximación. Pero el autor reconoce la dificultad para avanzar en esta línea empírica y pragmática, toda vez que las aproximaciones «teóricas… una vez se han instalado en una comunidad educativa y se han consolidado como cuerpo de conocimientos organizados, bajo la influencia de disposiciones normativas y con el apoyo de la acción política… no contribuyen, precisamente ni a consolidar ese marco sólido, eficaz y eficiente de aprendizaje profesional, ni a enriquecerlo de un modo seguro».

La desconsideración respecto al docente y la desconfianza hacia su profesionalidad que subyacen en la normativa española sobre el currículo (Reales Decretos de currículo) es otro de los hallazgos más esclarecedores del autor. En efecto, los currículos, afirma, son minuciosos y extensos porque no se fía a la profesionalidad del docente el poder interpretar un repertorio breve y explícito de objetivos, desarrollándolos con las metodologías y procedimientos que el docente juzgue más idóneos para conseguirlos. Además, esa pormenorización y extensión excesiva revelarían igualmente una suerte de paternalismo por parte de la Administración, que sería incapaz de ver en el docente a un profesional maduro, sino más bien, a un eterno aprendiz o diletante. Y otro tanto revelaría con la inclusión en las normas curriculares de las competencias básicas, porque «las administraciones educativas están sustituyendo por desarrollos normativos, o similares, lo que deberían ser actuaciones de la profesión docente propiamente dicha, si ésta fuera suficientemente robusta ». Y para ayudar al lector a dimensionar la enormidad que una tal política supone, el autor traslada al ámbito sanitario y forense lo que una política similar supondría para los profesionales de la medicina y de la abogacía, profesiones ambas consolidadas, y que, como la docencia, atienden a ciertos derechos constitucionales y se constituyen como profesiones reguladas: «Sería inconcebible que los detalles de los conocimientos quirúrgicos que comporta la extirpación de un tumor cerebral en el hipocampo, estuvieran prescritos en el Boletín Oficial del Estado, aun cuando se considere la salud pública como un bien que nos concierne a todos. O que los procedimientos y orientaciones para la defensa de un inculpado por asesinato, figurarán recogidas en las normas del Ministerio de Justicia, por mucho que la abogacía sea una profesión regulada». Una vez más, nos encontramos ante una denuncia argumentada inapelablemente.

Por fin el capítulo 6, basándose en lo argumentado y afirmado en todos los capítulos precedentes, presenta y describe en detalle la estructura y el funcionamiento de un modelo acabado de «MIR educativo», que reuniría todos los rasgos que exige una profesión robusta, superando así finalmente la debilidad estructural de la que adolece la profesión docente en España. La plenitud estructural y descriptiva con las que se presenta este modelo profesional en este capítulo 6, hace innecesaria cualquier glosa de su contenido. Pero quizá sea interesante destacar el revelador análisis crítico que se incluye en el capítulo respecto del vigente «Máster de Secundaria»; porque, de nuevo, el autor realiza una disección exacta y demoledora de su estructura, descubriéndonos que, una vez más, nos encontramos con otro epítome de las inercias burocráticas, de las resistencias del status quo, explicitadas en las «políticas placebo», tan caras a la tradición administrativa española. Como suprema ironía, el Practicum del Máster ocupa 160 horas de formación «práctica», es decir, el equivalente a poco más de mes y medio de entrenamiento docente, a razón de cinco horas de docencia diaria.

Y llegado a este punto, el autor completa su propuesta de política educativa centrada en el fortalecimiento de la profesión docente, con la previsión de una ambiciosa estrategia para preservar y acrecentar los beneficios conseguidos con el sistema de selección, formación y entrenamiento del «MIR educativo». Y así en el capítulo 7, dedicado a considerar el desarrollo profesional de los docentes, organiza alrededor de dicho desarrollo todos los temas —carrera profesional, evaluación docente, estatuto del profesorado, incentivos, formación continua, promoción, etc.— que desde hace 40 años vienen estando, con toda pertinencia, en el candelero del debate político-educativo, sin que hasta el momento estos temas se hubieran integrado en una estructura coherente con las políticas educativas dirigidas a consolidar la profesión docente; y precisamente esta integración sistémica es la que desarrolla el autor en este capítulo.

Para asentar sólidamente el desarrollo profesional docente, que terminaría de consolidar la docencia como una profesión robusta, se nos indica que éste debería estar edificado sobre cuatro pilares básicos: selección, formación, incentivos y promoción.

Y además de analizar críticamente el tratamiento —asistemático, ocasional y no fundamentado en evidencias— que otorga nuestro sistema educativo a estos cuatro ejes, el autor, describe pormenorizadamente dichos ejes, su función dentro de la estructura de la carrera docente y sus interacciones; llegando al detalle de ilustrar con el ejemplo concreto del posible itinerario de la carrera profesional de un docente novel en el sistema de desarrollo profesional que se propone, en coherencia con el «MIR educativo ». López Rupérez nos advierte de que sin articular y poner en marcha una carrera docente al mismo tiempo que se hace otro tanto con el «MIR educativo», no se podrán desarrollar sus virtualidades, y el sistema podría avanzar hacia un colapso relativo, porque los posibles óptimos candidatos a la docencia no acudirían a la educación como ámbito profesional, mientras que los profesores más brillantes y experimentados procurarían la jubilación o cambiarían de profesión; y, como consecuencia de la combinación de ambas circunstancias, podrían faltar en el futuro más inmediato los candidatos suficientes para atender la docencia científica o técnica.

El último capítulo reservará a la mayoría de lectores una sorpresa final, además de patentizar una vez más el compromiso del autor con su propuesta. La sorpresa —o no tanto, habida cuenta de las tradiciones de incumplimiento de los programas electorales por parte de los partidos políticos españoles— viene acompañando al «descubrimiento» de que los dos partidos mayoritarios recogen la propuesta de un «MIR educativo»; más genéricamente el PP, y más ampliamente el PSOE, ya que su programa prevé incluso una carrera docente que hace efectivo el modelo de selección y formación propuesto, e igualmente contempla un sistema de promoción vinculado a la evaluación del desempeño docente. No parece necesario preguntarse por el cumplimiento de estos compromisos por parte de ambas organizaciones políticas, porque una de ellas habría de atenderlos en la acción de gobierno, y la otra demandando enérgicamente dicho cumplimiento y presentando iniciativas desde su propio programa.

Pero el contenido más interesante de este capítulo conclusivo lo constituyen las recomendaciones que el autor ofrece para un desarrollo posibilista y eficaz de las políticas de fortalecimiento de la profesión docente, con vistas a impulsar el desarrollo de dichas políticas por medio de un necesario, y también posible, «acuerdo político» —en palabras del propio autor— porque, como éste afirma «la lentitud con la que el impacto de las reformas educativas se deja sentir sobre la realidad social, imprime una cierta urgencia a los procesos de mejora; pero, sobre todo, traslada a las políticas la exigencia de acierto; y lo hace de tal modo que su horizonte no se limite a una legislatura, sino que alcance a toda una generación ». Y para propiciar aquel pacto, el autor nos obsequia con un elenco de sabias recomendaciones, para guiar el desarrollo de las políticas, elenco al que añade una indagación sobre el papel que jugarían en su materialización los actores principales del acuerdo. De manera que este conjunto de recomendaciones, advertencias y orientaciones, constituyen un verdadero vademécum que podría guiar con seguridad las actuaciones de políticos y administradores de la educación, porque son el producto de un conocimiento experto poco común.

Como ocurre con los buenos libros, cuando se concluye la lectura de éste, aflora en el lector el sentimiento de gratitud de quien se ha encontrado con algo más de lo que estaba acostumbrado a esperar. Un libro esclarecido, convincente, escueto y valiente.

Estamos ante un texto de lectura y estudio imprescindibles.

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