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Otro modo de pensar

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Llano, A. (2016).
Otro modo de pensar.
Navarra: EUNSA. 224 pp.

Resumen

«Sin embargo, son pocos los que gastan diariamente algo de su tiempo en la aventura de dialogar con amigos callados que nos cuentan una historia, nos exponen sus pensamientos o ayudan a encaminar nuestra vida por una senda prometedora» (p. 222). En este párrafo del último capítulo del libro de Alejandro Llano podríamos descubrir la intención con la que el autor ha escrito este «Otro modo de pensar». Ha querido compartir sus pensamientos con amigos callados, quizás para darles voz con los argumentos que él les presta. Quizás para sacarles de «lo políticamente correcto» y hacerles «pensar: no hay faena más difícil y evasiva. Todo conspira para que no la llevemos a cabo» (p. 9). Quizás porque está inquieto y este momento le resulta «grave» y quiere buscar compañeros de este Otro modo que pensar. Lo que es cierto es que, cuando lees el libro, cada capítulo, es como una tertulia de café con el profesor Llano y con Alejandro, si me permite el autor que le tutee. Se atisba al profesor, al maestro, pero también se atisba aquella cercanía del que quiere compartir lo que piensa sobre temas que considera o muy importantes o muy oportunos. Por eso navega sobre temas de tal calado como la educación, la familia, la ética, la política, la justicia social, la economía más humana, la ciudadanía, el humanismo, la universidad y la trascendencia. Digo navega porque, como podrán comprender, no puede entrar en cuestiones de tal densidad con demasiada profundidad en 224 páginas y eso queda reflejado en que a veces se pueden observar saltos en la argumentación que un especialista de cada área o un lector avezado podría cuestionar. Algunos ejemplos de ello los encontramos en el capítulo de educación cuando identifica actividad con agitación (pp. 21 y 22) o en el de familia cuando hila pobreza social y divorcio (p. 42) o expresiones efusivas de afecto como enemigas de la fortaleza (p. 49). Lo que sí es cierto es que uno se da cuenta de que la intención del autor no es la de la argumentación rigurosa de un tema, aunque evidentemente se da en su mayoría, sino precisamente mostrarnos y compartir con nosotros su modo de pensar,
ofrecer otra forma de ver, interpretar y actuar en este mundo.
Uno puede estar o no de acuerdo pero se pega a esa mesa de café y, cogiendo su taza con las dos manos, como en una tarde tranquila de otoño o invierno, decide seguir escuchando lo que piensa un maestro avezado, profesor e investigador de filosofía, con infinitas publicaciones y con una mirada sobre la vida con mucho recorrido y perspectiva. Esto es precisamente lo más interesante del libro. Es un libro de madurez, donde ya parece que al autor no le interesan ni los tratados especializados ni las acreditaciones académicas; le interesa trasmitir, con nitidez, claridad y una sencillez que se agradece, lo que piensa sobre los temas que más le preocupan de la sociedad actual. No tiene citas eruditas sino que a veces menciona a un autor como tratando de mostrarnos que en algún aspecto es una referencia. En el fondo se atisba una paternidad agradecida con la vida y que hay que agradecer, un legado, ese tratar de «ayudar a encaminar nuestra vida por una senda prometedora» (p. 222). Llano en primer lugar nos increpa, nos urge a pensar por nosotros mismos y nos previene de lo políticamente correcto, única forma de liberarnos de la sumisión. Para ello comienza y termina el libro alentando al diálogo como forma indispensable de pensamiento y especialmente el diálogo respetuoso que se da en la lectura, haciendo un elogio del leer en el vivir. Por tanto, critica los idealismos y el robinsonismo.
En el capítulo sobre la educación pone el dedo en la llaga tocando aquellos temas más de actualidad, siendo consciente de las tensiones actuales que se viven en ella. Pone el horizonte en el lugar adecuado la maduración, la vitalidad, la fecundidad, la formación, el aprendizaje y el esfuerzo— y critica el activismo sin norte, la apropiación de la educación por parte de las ideologías, el excesivo control burocrático y la búsqueda de una eficacia impropia del ámbito educativo, donde lo pausado y lo fecundo son vitales. También ofrece un ataque claro al pragmatismo y a la tendencia de poner la educación al servicio del empleo y no de la formación de una personalidad madura.
En el capítulo sobre la familia Llano señala cómo esta «constituye el más fundamental grupo generador de sentido» (p. 40) y, quizás en un mundo carente de este, es de especial relevancia cultivar y cuidar los vínculos familiares. A su vez, entiende que es el lugar de la «solidaridad primaria, la más radical y básica» (p. 40). La clave de este capítulo la encontramos en la siguiente afirmación: «La gran paradoja consiste en que el Estado de Bienestar ha ignorado la radical fuente humana de auténtico bienestar: la familia…» (p. 42). En cuanto a «La razón práctica y la práctica ética», el autor constata que «sucede que estos tres conceptos —bienes, virtudes y reglas— ya no pueden ser cabalmente comprendidos desde la mentalidad actualmente dominante […] no admitimos que haya algo así como bienes morales comunes, sino que tendemos a pensar que el bien moral es cosa de cada uno […] hemos perdido el significado genuino de lo que pueda ser la virtud […] no aceptamos que se nos impongan reglas morales» (p. 61). Ante todo esto, aparte de tratar de cuestionar las bases de estas afirmaciones modernas, vuelve a constatar la importancia de la familia para superar este «tiempo nublado» (p. 68).
El capítulo que más referencias actuales aporta es el de «Indignación y política ». En él da su opinión sobre si los «Indignados» son realmente un fenómeno nuevo o no y vuelve al punto clave de la educación y su necesidad de no centrarse en el conocimiento puramente instrumental. De alguna manera nos sitúa en uno de los puntos centrales de la propuesta de este libro: la importancia de las humanidades y la familia para una sociedad más solidaria y justa.
Posteriormente aborda el tema de la «Riqueza y la desigualdad» y continúa con «La actualidad del mundo clásico» y la importancia del «Liderazgo y el humanismo en la nueva economía». De estos tres capítulos conviene destacar el de la actualidad del mundo clásico. En él se ve claramente al profesor de filosofía que hace una lectura histórica preciosa de cómo hemos llegado a nuestro pensamiento actual, de cuáles son sus riesgos y posibilidades. En este capítulo su nivel de erudición y profundización marca distancia respecto a otros capítulos.
Continúa situándonos en la disyuntiva entre «Ciudadanos o convidados de piedra». Es claramente la derivación necesaria de los tres anteriores capítulos: «Entendía Husserl que la desorientación de los europeos provenía de un modo de pensar que —por renunciar al conocimiento de verdad— se vuelve incapaz de hacerse cargo de cuestiones decisivas de la existencia» (p. 129). Con ello hace una crítica al triunfo del mecanicismo y el individualismo. En un interesantísimo capítulo, nos llama a decidir entre la verdadera ciudadanía que se une vitalmente tejiendo el bien común o el espectador «acallado» por el Estado del bienestar. Con los capítulos de «Administración pública y humanismo», «La realidad de la ficción» y el «Humanismo civil: oportunidades y riesgos», Llano intenta arrojar luz sobre cómo tendría que ser la organización de un Estado capaz de caminar hacia el bien común con una ciudadanía
activa. En definitiva, nos clarifica la relación entre lo privado y lo público en su «modo de pensar» humanista. También destaca la importancia de la literatura en la comprensión de lo permanente y esencial de la condición humana y lo necesario de los clásicos por el acierto y profundidad en esa comprensión. Finalmente, apuesta por el humanismo cívico, como el que propone sustituir este «modelo descendente de colonización de los mundos vitales por un paradigma ascendente de emergencia de energías cívicas desde la familia, y a través de las comunidades solidarias, en el marco de una cultura de responsabilidad ciudadana» (p. 176). Termina el libro con los capítulos sobre la relación que él entiende que existe entre «La crisis actual y la trascendencia», abogando por la lógica del don, su propuesta para la universidad señalando como punto clave su relación con la Verdad y la invitación a la que aludíamos desde el principio a «Leer y vivir».
En definitiva, como dice el autor, «el libro tiene todas las ventajas: su uso es totalmente libre, no pretende apabullar a nadie, invita sin obligar, puede ser sustituido sin celos y, además, es barato» (p. 223). Y, ciertamente, el texto de Llano tiene todas las ventajas: es sencillo y claro, no pretende convencer a nadie, expone su modo de pensar tocando los temas, como decíamos, importantes y oportunos. Se nos regala como un libro de madurez de un maestro, mostrándonos cómo concibe el mundo, qué piensa sobre él y cómo podemos responder a sus vacíos y debilidades de modo activo y consciente. Si tuviera algo que objetar son las veces que me he encontrado a Heidegger en sus hojas como fuente de iluminación; aunque ciertamente reconoce su protagonismo en unas de las páginas más tristes y repulsivas de la historia de la universidad (p. 204), creo que las cosas por las que acude a él las puede encontrar sin menoscabo en otros autores. Y la otra objeción es una cierta tendencia a sustantivar este «otro modo de pensar» (p. 16). Creo que podría correr el riesgo de cerrar el pensamiento, o que «otros», «algunos», lo tomen como el «otro modo políticamente correcto de pensar» y corra el riesgo de no animar a que todos pensemos en profundidad, con rigor, vitalidad y diálogo, que creo que es la verdadera pretensión del libro.
El libro es, como les decía, unas tardes de café con el profesor y el ser humano, con un D. Alejandro Llano algo paternal en el sentido más positivo de la palabra. Podemos estar de acuerdo o no, pero nos hace pensar sobre temas fundamentales y el entrelazamiento entre todos ellos: única forma del pensar riguroso, la coherencia en la articulación de los temas. No esperemos un libro de erudición, aunque hay capítulos en que se ve la maestría en el manejo de los autores y su pensamiento. Por no serlo es recomendable también para el gran público y como parte de las lecturas generalistas, para que nuestros alumnos aprendan a pensar con integralidad y coherencia.
Gracias, profesor Llano.
María del Rosario González Martín

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