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Luri, G. (2019). La imaginación conservadora: una defensa apasionada de las ideas que han hecho del mundo un lugar mejor (Enrique Alonso Sainz)

Resumen

En los tiempos que corren no es fácil proclamarse conservador ni estar a favor del conservadurismo, y menos en España. Pronunciarse supone un acto de valentía y una declaración de intenciones, exponiéndose a ser considerado como retrógrado por una sociedad en muchos casos libertaria y muy ruidosa. ,,

El conservadurismo no es ni más ni menos que el fruto de la historia, del paso del tiempo y de los hechos que han significado un algo en la vida de las personas de un país. El conservador es un ser que decide no olvidar el pasado, que quiere aprender de lo sucedido anteriormente para hacer frente al presente y construir un futuro con más seguridades y firmezas. ,,

Algunos revolucionarios y reaccionarios ven esto como un paso atrás, como una involución de la sociedad, cosa que no es ni cierta ni objetiva. El conservadurismo tiene una íntima relación con las revoluciones, es más, existe gracias a las revoluciones; es la contrarrevolución de las revoluciones. Mientras que lo revolucionario busca cambiar todo lo establecido y luchar contra el poder, el conservador prefiere sentirse heredero de la tradición y conformar el mundo moderno desde un pasado. ,,

En torno a estas cuestiones pivota el libro que aquí se reseña, escrito por Gregorio Luri, que, siendo consciente del paradigma actual en el que vivimos, ha decidido atreverse a la defensa justificada de esta ideología. ,,

La circunspección es un término clave para comprender esta idea. No nos sirve con cambiar lo establecido, hay que viajar al pasado para entender aquello que vemos y nombramos y qué mejor forma de viajar al pasado que la lectura de los grandes libros. ,,

Se tiende a creer que la innovación es el futuro, que hay que innovar para avanza y que esto es una clara señal de progreso, pero innovación y progreso no van siempre cogidos de la mano. El conservador, afirma Luri, cree en el progreso, pero no en la innovación. Mientras que el progreso prospera en paralelo al avance de nuestra inteligencia y pone el foco en el contenido, la innovación se adelanta a la inteligencia pone el punto de mira en la velocidad de las mejoras. Puede tenderse a pensar que el conservador vive anclado en el pasado, pero no es así. El conservador también es moderno (entendiendo que lo moderno no ha de ser necesariamente innovacionista), pero se niega a ser solo eso, quiere algo más, quiere enriquecer la tradición, alimentarla, seguir haciéndola. ,,

Este discurso tropieza a menudo con las ideas de la izquierda, que alegan ser los partidos progresistas, los partidos del cambio, cuando en demasiadas ocasiones, lo único que consiguen ser es innovacionistas, revolucionarios y temerosos de perder la conexión con el mundo. ,,

Por el contrario, el conservadurismo no es una simple forma de vida, como la tachan algunos, es una ideología como otra cualquiera: interpreta el mundo, posee una visión de la naturaleza, una orientación moral, unos esquemas de un programa de gobierno, una retórica y unos criterios de coherencia. ,,

Como gran enemigo de esta ideología encontramos el nihilismo, que surge al dejar a un lado la prudencia propia del hombre conservador y dar paso a la ciencia como única referencia del pensamiento, lo que desembocará más tarde en el pensamiento nihilista. ,,

Estas ideas no pueden ser ajenas a lo político, por lo que gran parte de la obra reseñada trata sobre la polis y todo lo que la rodea, en concreto, ocupa un lugar privilegiado el concepto de politeia. La politeia, tal como expresa el autor, es la coordinación recíproca entre todos los hombres de una ciudad que permite hacer algo. No es una ley, no puede ser escrita (si así fuera sería una constitución). La politeia recoge el deseo y la necesidad de vivir que tienen los habitantes de la polis, aquello que les une y les hace diferentes a los demás. Esta politeia, irrenunciable, es fruto del pasado, de los buenos ejemplos, de una tradición conformada tras una lenta transformación. Queda al descubierto la razón por la que no es bueno renunciar a ella, pues puede enseñar mucho fijarnos en la politeia, pero en España, desde hace un tiempo, esta conciencia se está perdiendo. Lo politeico se pierde cuando se olvida a los grandes escritores antiguos, cuando se olvida aquello que nos ha conformado, cuando se deja de hacer culto a los «muertos ilustres », que decía Ramón y Cajal, lo que nos conduce cada vez más a un atraso político. ,,

Mantener la polis sana no es tarea fácil, pero el hombre necesita vivir en comunidad y ello supone estar sometidos a unas leyes. Las leyes son una necesidad tan natural como la del deseo sexual. La ley no busca expresar la naturaleza del ser humano, sino regir la conducta humana para hacer animales políticos. El hombre, como animal que es, tiende a ceder a sus pasiones e instintos, pero debe reprimirlos y superarlos. Como indica el autor: «La ley reprime lo que hay de animal en nosotros y nos permite aspirar a ser políticos» (p. 113). Por ello, es de suma importancia la creación de instituciones intermedias entre la individualidad del hombre y el Estado. No nos podemos permitir ser autónomos completamente, resulta imposible. Para que un hombre pueda ser completamente autónomo debería crear su idioma propio, su ciencia propia y su propia distancia crítica de sí. Los intentos de antropotecnología para liberar al ser humano de lo político han sido en balde. Pese a que una persona no puede dejar de ser político, sí que se puede permitir ser más o menos político, es decir, se aceptan grados. El ser más o menos político depende, en gran medida, de la educación colectiva que reciba. Sin una educación colectiva adecuada, el hombre se degrada, convirtiéndose en criatura salvaje. ,,

Platón, siglos atrás, ya nos advierte de los peligros que puede suponer el obviar estas leyes y el sobrepasar los límites naturales, convirtiéndonos en una ciudad afiebrada. Para poder evitar esto es necesario poner límites, leyes que regulen la salud política de la ciudad y la conviertan en una teatrocracia donde los espectadores de la polis y de sí mismos sean los propios hombres. ,,

En la última parte del libro, Luri dedica una serie de capítulos a analizar la situación político-social actual de Europa, como politeia de la que formamos parte, y de España. ,,

La libertad es uno de los temas más recurrentes en el panorama social y político. Todos abogamos por la libertad moral para consumar las acciones, pero cuanto más libres parecemos ser, más esclavos somos. En Europa, se ha pasado de una autoridad moral perteneciente a la Iglesia, a una autoridad moral de terapeutas, dice Luri. Nos exigimos moralmente más de lo que podemos soportar, cosa que nos avergüenza y, al no existir una moral marcada, todo es válido, nada nos sorprende. Conseguir que algo esté moral y socialmente aceptado es relativamente sencillo, simplemente hay que victimizarlo, hay que mostrar que algo o alguien sufre por aquello que reivindica, siendo esta la mejor forma de presentar una causa. ,,

Otro estigma incandescente en la sociedad moderna que se trata ampliamente es el elitismo, el cual hay que ocultar a toda costa. La meritocracia existente en nuestra sociedad, es algo que, según algunos políticos, hay que erradicar; de ahí los discursos contra la casta, los ricos… Pero este argumento es relativamente nuevo. Hasta hace poco se defendía, incluso un socialista como Fernando de los Ríos, la aristarquía, la selección de los mejores para los más altos puestos. Sin embargo, igual que es importante facilitar el ascenso a aquellos que con su esfuerzo y trabajo son merecedores de ello, también hay que facilitar el descenso a aquellos que no se han merecido la cúspide honradamente. ,,

En ocasiones, la ciudadanía no busca lo políticamente neutral, busca que le digan lo que quiere oír, el poder de la persuasión y la mentira. Se confía en la democracia para que esta resuelva los problemas de los ciudadanos sin que ellos sean plenamente conscientes lo que ocurre en realidad. Se vive en una mentira saludable constante, pero sin estas mentiras, no existiría democracia alguna. Para que una polis se mantenga hay que crear una superestructura emocional que haga parte a todos los ciudadanos de una verdad común, aunque esta tenga parte de mentira democrática. ,,

Por último, analizando la cuestión en España, Luri manifiesta la singularidad de esta como nación. Tras un breve repaso histórico, en el que cita a numerosos políticos y pensadores, muestra como España ha ido perdiendo —si es que alguna vez lo hubo realmente— su sentido de patria, cómo «hay países que se saben amar a sí mismos […] y en cambio nosotros, o nos apasionamos o nos ensañamos con nosotros mismos» (p. 297); España es posiblemente uno de los únicos países que no quiere a su patria. Toda nación posee un ADN inmodificable pese a los titubeos políticos y sociales, pero nosotros, en cambio, en 20 años hemos cambiado completamente nuestra naturaleza. Este punto, a mi parecer, viendo la situación actual, quizá convendría desarrollarse más en el libro, buscando las razones que han hecho a España ser portadora de este sentimiento. ,,

Toda patria tiene sus defectos, ningún patriotismo es perfecto, pero para compensar esto, se hace una idealización de lo patriótico, así se muestra el amor propio. Es importante recordar a un país las razones para sentirse orgulloso de sí mismo, sin olvidar los motivos que puede tener para sentir vergüenza. ,,

Como dice Luri en su último párrafo, «este libro ha resultado ser un libro de resonancias» (p. 329) y es que, como buen conservador y maestro que es, ha querido apoyarse en numerosos autores de todas las índoles para defender su postura, y no se puede cuanto menos pensar que «predica con el ejemplo». ,,

El libro, a parte de su gran peso filosófico, histórico y analítico, nos puede esbozar unas pinceladas de la importancia que tiene, una vez más, la educación en toda polis, para preservar la tradición y educar colectivamente y ser así seres políticos y no salvajes. Educar en el pasado no tiene que significar ser un retrógrado, sino simplemente aumentar el campo de visión, permitiendo la circunspección que nos puede ayudar a no cometer errores anteriores. ,

Enrique Alonso Sainz ■

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