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Resumen

No puede decirse que hablar del tema de la educación como educación de la libertad sea exclusivamente de hoy. Sin embargo, es quizá en estos momentos cuando cobra un mayor interés esta cuestión, porque importa saber, más que nunca, cómo ayudar a las nuevas generaciones a ser libres y a comportarse de acuerdo con esa libertad.

Seguramente muchos de nosotros -adultos- necesitamos educar todavía nuestra libertad. Porque, ¿se puede asegurar que es libre una persona que opina sin dar razones, que no sabe exponer sus argumentos con delicadeza, sin herir; que no sabe armonizar la firmeza y el buen humor, que es de difícil diálogo, porque está vacía y no es capaz de dar ni de recibir algo valioso; que pide información y es incapaz de asimilarla?

Y esta larga relación de interrogantes pudiera continuarse. Se está viendo, por otra parte, que la vida colectiva de muchas naciones todavía adolescentes no responde a una libertad lograda. No hay en esas naciones -o en esas personas- más que una libertad exterior, que sólo será real cuando pueda apoyarse en decisiones responsables.

Se aprecia en la vida de muchas personas a veces por falta de años, a veces por deficiencias educativas, etc., «un desajuste entre la libertad de acción y la garantía de su uso». Se cree que ser libre consiste en poder manifestar disconformidades. Pero esto no es todavía libertad.

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