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Resumen

La autonomía personal será siempre un alto valor humano; pero cuando se hacen cada vez más potentes los influjos que tienden a la enajenación intelectual del individuo, parece que es tarea de especial urgencia ayudar a la formación de todas aquellas disposiciones que faciliten la utilización de la razón no en su función técnica, sino en su dimensión práctica, de manera que se dote a los jóvenes de los recursos interiores que les posibilitarán la realización de una vida personal. Entre estas cualidades dispositivas se encuentra la objetividad, con la ventaja además de que es una cualidad de un valor incalculable para las complicadas relaciones interpersonales, que requieren muchas actividades de la sociedad tecnificada.

Decimos de un determinado sujeto que tiene una gran capacidad de encauzar relaciones humanas porque es muy objetivo en la valoración de situaciones; de otro, que es fácilmente secundado por sus colaboradores porque no se deja arrastrar por apreciaciones subjetivas. Todos tenemos una cierta imagen del hombre objetivo: con este adjetivo queremos expresar lo que cualifica unos comportamientos concretos que podríamos describir; lo que ya no resulta tan obvio es la conceptuación clara del contenido de esta cualidad.

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