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DOI

10.22550/2174-0909.3938

Resumen

En un contexto pospandemia que ha exigido reformular los espacios de enseñanza-aprendizaje, la pedagoga Sonia Rivas y el arquitecto Héctor García-Diego han editado el libro Escenarios de aprendizaje. Diálogos entre arquitectura, diseño y educación. Aunque la preocupación por la influencia del espacio en la calidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje ya ha estado presente en el debate educativo, el contexto de crisis sanitaria la ha situado en primer plano. El libro parte de un cambio de paradigma en el que espacios tradicionalmente dedicados a la intimidad, al descanso y a la vida familiar (por ejemplo, los hogares) se han convertido en lugares de trabajo y estudio; mientras que aquellos que habían sido diseñados para el aprendizaje (como universidades o escuelas) se han visto permeados por la necesidad de transformarlos en lugares amables, habitables y capaces de acoger la vulnerabilidad. El contexto de emergencia y la experiencia del curso de verano sobre el diálogo entre educación y arquitectura organizado por los editores del presente libro en la Universidad de Navarra, después del confinamiento de 2020, asientan excusa y propósito.

A lo largo del texto, se menciona, en reiteradas ocasiones, la conexión etimológica y necesaria entre los verbos «aprender» y «habitar». Lo aprendido se hace propio en la medida en la que es habitado (se hace hábito) y captado a través de los sentidos. Asimismo, los espacios en los que esto sucede quedan influidos de forma directa por las mayores o menores posibilidades de tiempo y espacio que facilite lo arquitectónico. El valor de Escenarios de aprendizaje (que cuenta con un prólogo, una introducción y doce capítulos) reside en las aportaciones que realizan los veintiún autores participantes, tanto desde el ámbito de la educación como desde el de la arquitectura o el diseño (nueve capítulos han sido escritos en colaboración entre autores de cada disciplina), pero también en su edición. Lo arquitectónico y lo educativo se abren a un diálogo complementario y, a la vez, integrador.

Stephen Heppell, autor del prólogo, inicia con los que considera los retos educativos para los próximos setenta y cinco años. El enfoque novedoso es el tratamiento del innegable cambio paradigmático que han introducido las herramientas digitales y las redes sociales tanto en la tarea discente como en la comprensión del mundo material. El aprendizaje a distancia, de largo recorrido, es algo ya más que real en los últimos años, tal como expone Alexi Marmot en la introducción. Como su misma naturaleza indica, el aprendizaje a distancia no cuenta con un espacio arquitectónico formal donde pueda suceder. De ahí la respuesta que ofrecen Rivas y García-Diego en el capítulo octavo sobre las posibilidades y necesidades de transformación de los hogares que acogen actividades laborales o de aprendizaje en remoto (ya sea por circunstancias obligadas, como lo ha sido la pandemia, ya sea por circunstancias elegidas, como puede ser cursar un MOOC). En este sentido, abren un debate sobre las mejores condiciones materiales (luz, mobiliario, espacio) y ambientales (orden, rutinas y dinámicas familiares) para que se desarrollen con éxito.

El libro no presenta una argumentación lineal y los capítulos no comparten una teoría única sobre el hecho educativo o sobre lo arquitectónico. Sin embargo, hay ciertas preguntas, reflexiones y conceptos que se encuentran subyacentes en todos ellos. La preocupación posmodernista por la ecología y el aprendizaje es una de ellas. Aunque también comprendida en su relación con lo medioambiental, la ecología queda referida al crecimiento total de la persona en relación con su propia naturaleza. De forma explícita, Juliette Heppell expone el caso de estudio de la escuela en la playa Brightlingsea, basada en la metodología learning outside the classroom (LoC). También en el capítulo cuarto, Carolina Ugarte y Jorge Tárrago Mingo exponen las evidencias y el impacto que tienen en el aprendizaje y en el bienestar los espacios arquitectónicos abiertos al exterior y en conexión con lo natural. De forma implícita, los capítulos undécimo y duodécimo dejan entrever este concepto de ecología en la relación entre arquitectura y necesidades educativas especiales. Por una parte, Ligia Solís Salido y María Villanueva Fernández aportan ejemplos valiosos de mobiliario escolar tipo que facilitan la concentración de alumnos con TDAH. Por otra parte, el arquitecto Miguel A. Alonso del Val describe el proceso de diseño seguido en el centro de educación especial Andrés Muñoz Garde de Pamplona.

Como se explicaba con anterioridad, las propuestas metodológicas y arquitectónicas necesitan darse la mano para generar espacios de aprendizaje que abran sus puertas a la vulnerabilidad, al desarrollo personal y a la conexión con el otro o con la tarea que se tenga entre manos. Así, el lector encuentra un capítulo en el que Stephen Heppell y Farid Mokhtar Noriega hacen una lectura holística sobre los entornos de aprendizaje saludables. También, en el capítulo tercero, Pablo Campos Calvo-Sotelo y Laura Luceño-Casals abordan esto al realizar un compendio de los lugares de formación para especialidades creativas en la universidad (en este caso, de los grados en arquitectura y moda) y defender su influencia en un aprendizaje significativo.

La combinación de principios con retrospectivas de experiencias prácticas hace que la aportación de Rosan Bosch en el capítulo segundo (en el que muestra cómo lo pedagógico guía el diseño de espacios de aprendizaje en su estudio) dialogue en buena sintonía con el capítulo noveno, escrito por María Villanueva Fernández y Sonia Lara Ros. Arquitecta y pedagoga plantean la potencialidad de lo arquitectónico en el desarrollo de la creatividad a través de la tríada sociedad-escuela-aula y diferentes ejemplos de escuelas de referencia en Estados Unidos, Finlandia o Países Bajos. Asimismo, el capítulo de Carmen Urpí Guercia y Clara Eslava Cabanellas, que es esencialmente teórico, tiene un valor especial al recuperar y explicar en español las gráficas propuestas por John Dewey en Art as Experience (1934) para organizar la escuela.

Como se ve, la estructura del libro permite tanto que los capítulos sean leídos en el orden propuesto como que sea el propio lector el que, con su lectura, navegue y explore las conexiones entre ellos. La conversación entre Ana Costa París y Juan Miguel Otxotorena Elicegui sobre cómo las teorías educativas transforman el modo de entender los espacios se concreta con la presentación de un centro universitario y un centro escolar diseñados por el propio Otxotorena. Este capítulo también se vincula con el escrito expresamente de forma dialógica entre Santiago Atrio y Jaime Úbeda. Los autores se preguntan y responden entre sí, para que sea el lector quien finalmente concluya sobre la necesidad de situar la educabilidad humana como vector guía en la generación de propuestas arquitectónicas.

Como realidad sistémica en la que intervienen muchos factores y se comparten responsabilidades, la educación anhela, en definitiva, que se habiten sus espacios. Espacios que se han visto cuestionados y transformados a raíz de los cambios sociales y culturales de las últimas décadas, y que se seguirán cuestionando y transformando en las venideras. Este escenario demanda diálogo y comprensión entre educadores y arquitectos, más allá de los principios dados por sus respectivas disciplinas. El abordaje convergente que plantea este libro abre la puerta a otras propuestas dialógicas de este tipo.

Carmen María Basanta Vázquez ■

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